Porque por desgracia, no sólo de CERE-BRALES vive el hombre. Así que para que podáis nutriros con las diatribas de los no-muertos hasta que nuestro producto quede finalizado, os ofrezco las fantásticas andanzas de LOS MUERTOS VIVIENTES.
Como aficionados al género, coincidirán conmigo en que las películas de zombis en general, tienen una estructura e intenciones muy lineales. Véase un ejemplo:
¡Oh, no! ¡Se lo está comiendo!
–Tío, hay que acabar con esas cosas antes de que ellos acaben con nosotros.
Comienza la lucha por la supervivencia.
-¡Mandy, cuidado! ¡Nooooo!
-Es demasiado, sin Mandy no tendré fuerzas suficientes.
- Claro que sí tío. Mira, eso parece el refugio ideal, ¡vamos!
Craso error, el idílico refugio resulta ser una trampa infernal y el prota muere.
Fin de la película".
¿Y qué ocurre después? ¿Muere el protagonista y el mundo se convierte automáticamente en zombi? ¿No hay más supervivientes? ¿Es que no hay nadie en el mundo que haya entendido que las sierras eléctricas NO son la solución?
Precisamente el mismo sabor de boca que se me queda a mí, se le queda también a Robert Kirkman, quien en el prólogo nos dice:
“Para mí, lo peor de las películas de zombis es el final.
Siempre quiero saber qué pasa después”.
El género zombi es uno de los más controvertidos dentro del mundo del terror. Despreciado por muchos aficionados precisamente por su linealidad, cuenta sin embargo con muchos seguidores incondicionales que parecen ver más allá del chascarrillo y el elemento sangriento en el que normalmente se apoyan estas historias. Hemos oído muchas teorías que dicen que detrás de estas criaturas de cerebro atrofiado, hay una feroz crítica a determinados aspectos de la sociedad.
Por 25 céntimos de Euro se me ocurren por ejemplo los mass media y su efecto sobre la población, las modas, el curso autodestructivo de nuestra sociedad, la ciencia desbocada, el retorno a los orígenes, el peligro de dar de comer a Yola Berrocal más allá de la media noche…
Kikman lo ve claro:
Y en las BUENAS películas de zombis… de eso hay a montones”.
Y es eso lo que pretende hacer. Una buena historia de zombis. Y es que precisamente Kikman ha conseguido darle la vuelta al asunto. El elemento más claro de terror no son precisamente los muertos vivientes, sino los que han sobrevivido a ellos. Poco a poco, y de forma fluida, va respondiendo a las cuestiones de “¿Y luego qué?”
Según sus propias palabras:
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